Una rica documentación escrita dio a conocer la participación
del Valle de Tobalina en el nacimiento, formación y defensa
de la más primitiva Castilla, participando además en
el marco histórico general de Las Merindades desde la más
remota antigüedad.
··DE LA PREHISTORIA A LA ANTIGÜEDAD_
La existencia de restos prehistóricos en el Valle es prácticamente
desconocida. Corresponderían a esta época numerosas
cuevas en el desfiladero del río Purón las cuales ofrecen
unas condiciones de habitabilidad muy favorables, pero en las que
todavía no se ha detectado ningún tipo de evidencia
arqueológica significativa. Por otra parte, se señala
la posible existencia de un poblado de la Edad del Hierro en el término
de Santa María de Garoña.
En época prerromana este territorio se encuentra en la frontera
entre dos pueblos con una fuerte personalidad histórica y cultural,
como son los autrigones, que tienen su área nuclear en La Bureba
e inmediaciones de Burgos, y los cántabros, cuyo territorio
se localiza más al NO. Este espacio quedaba ya encuadrado desde
Diocleciano (principios siglo IV a.C.) en la provincia de Tarraconense,
como parte significativa de Cantabria.
La romanización del Valle tiene su mejor exponente en el camino
romano que partía de la vía 27 a la altura de Briviesca
en dirección a Frías, y seguía por Herrán
hacia Losa. A este camino estaría vinculado el yacimiento de
"El Bucarón" en Herrán, así como el
espectacular puente -Las Puentes-conservado en el mismo pueblo en
el paraje conocido como "La Hoz de Flavio". Además
se han encontrado restos romanos en Gabanes -estelas-, Ranera, Tobalinilla,
Bascuñuelos y Pangusión, así como en el mismo
Herrán donde según la tradición se encontraron
monedas romanas.
··ENTRE CASTILLA Y NAVARRA FRENTE AL ISLAM_
La crisis que supone la desaparición de la estructura organizativa
romana, llena de sombras el proceso histórico de la comarca
en los siglos centrales del primer milenio después de Cristo.
La articulación de la sociedad en el periodo visigodo y en
los primeros años de la Alta Edad Media se nos presenta asociada
a realidades arqueológicas muy interesantes, sociedad que difícilmente
puede ser entendida hasta el nacimiento y formación de Castilla,
como nueva realidad histórica.
Existe una rica documentación histórica que nos permite
conocer la activa participación del Valle de Tobalina en el
nacimiento, formación y defensa de la primitiva Castilla. Tras
la invasión musulmana, los árabes ocuparon esporádicamente
los lugares más importantes de Las Merindades, pero Tobalina,
por su situación marginal, no lo sería nunca, lo que
se manifiesta en la ausencia de toponimia árabe. Un siglo después
de la invasión, en la primera mitad del siglo IX, ya aparecen
los primeros intentos de ocupación de las tierras situadas
al S de la Sierra Salvada. Al nacimiento de Valpuesta, que se repuebla
a principios del siglo IX, seguiría seguramente también
Tobalina.
La primera referencia documental clara que indica la repoblación
de este territorio, la encontramos en el año 852, cuando el
abad Paulo fundó el Monasterio de San Martín de Ferrán
(Herrán). Por otra parte, los cartularios de Oña, Valpuesta
y San Millán nos acercan las fechas de repoblación de
algunos de los lugares del Valle, entre los que destacan Santocildes,
Cormenzana, Imaña y Lomana (872), seguidas de Villaescusa de
Tobalina (959), Garoña y Santa María de Garoña
(967), Ranedo (978). En el año 952 aparece mencionado por primera
vez el valle con su nombre actual y poco después (967) se nos
habla de Castella in alfoce de Tobalina.
Sin embargo, esta ocupación de nuevos repobladores no estuvo
exenta de problemas y peligros, ya que todo el territorio comprendido
entre el Valle de Tobalina y la llanada de Miranda fue escenario durante
la Alta Edad Media de luchas y aceifas entre los ejércitos
cristianos y árabes. Son vivos exponentes de este conflicto
las fortalezas de Cellorigo, Lantarón y Pancorbo, así
como la fortaleza de Tedeja (en Trespaderne) que controlaba la casi
impenetrable vía que discurre por el cañón del
Ebro en La Horadada (Afegg Berdich en árabe). Por aquí
penetró en Castilla la gran aceifa del año 865, donde,
después de destruir los cuatro fuertes que encuadraban el desfiladero,
los musulmanes atacaron y desmantelaron las fortalezas de Tedeja (Tauqa),
Busto (Buryu), Mijangos (Misanku) y Salinas de Añana (al-Mellaha).
Los ataques musulmanes al paso estratégico de Pancorbo no permitieron
el asentamiento estable de poblaciones en Tobalina hasta que a fines
del siglo IX las fortalezas de Lantarón y Pancorbo queden asentadas
definitivamente en manos cristianas. La propia etimología de
La Arcena -ya citada documentalmente en el año 947-, podría
hacer referencia a una serie de fortificaciones muy antiguas. La participación
de Tobalina en las luchas, protección de pasos y abastecimiento
debió ser, necesariamente, importante en aquella época
por su posición estratégica en el valle del Ebro.
A la consolidación de este proceso repoblador contribuyó
la fundación de numerosos monasterios desde los primeros momentos
de la ocupación del Valle. Son dos las vertientes religiosas
más acentuadas que se manifiestan en este territorio:
La primera de ellas se conoce como fenómeno eremítico
(siglos IX-X), el cual se reconoce en el entorno de Herrán
y la Sierra de La Arcena. Los mejores ejemplares se encuentran en
"El Pópilo" de Herrán -posiblemente de cronología
visigoda-, la denominada "Cueva de los Moros" de Montejo
de Cebas. En este mismo proceso histórico se sitúan
las necrópolis de "La Peña" en Pajares y de
"Las Heras" en Santa María de Garoña y, en
especial, la necrópolis de Quintana María, o la tumba
simple de Pedrosa de Tobalina.
En un momento posterior tiene lugar un proceso de formación
de monasterios familiares (siglos X-XI) en el que se enmarca la fundación
en el año 852 del monasterio de San Martín de Herrán,
llevada a cabo por el abad Paulo que toma presuras aguas abajo del
Purón. Bajo su influencia se asientan poblaciones llegadas
de lejos y que nos han trasmitido su toponimia: colonos de origen
vasco (Bascuñuelos, Virués), cántabros (foramontanos)
y mozárabes procedentes de La Rioja. La presencia de este último
grupo de población, es decir los mozárabes, debió
ser importante, como se atestigua en poblaciones próximas tales
como Medina de Pomar y Mozares. En este sentido, las advocaciones
de determinados santos (San Pelayo, San Román, San Vicente,
San Acisclo y Santa Victoria) encierran connotaciones de origen árabe.
En conclusión, Tobalina fue el resultado de la fusión
de un conglomerado de gentes de procedencia muy heterogénea,
como sucede en otros muchos territorios del norte peninsular en esta
época.
La toponimia conservada indica el proceso de formación de
muchos de los asentamientos. Algunos denotan nuevas roturaciones,
evocando el lugar donde se producen (Montejo de Cebas, Montejo de
San Miguel), otros hacen referencia a nuevos núcleos (Villanueva
del Grillo, Quintana-María, Quintana Martín Galíndez),
los hay que responden a advocaciones religiosas que encubren la importancia
de la iglesia en el surgimiento de estas aldeas (San Martín
de Don, Santa María de Garoña, Santocildes). Sin embargo,
tampoco debe olvidarse la existencia de nombres pre-medievales de
épocas prerromana o romana (Leciñana/Leciniana, Lomana-Villa
Lombana), aunque no necesariamente estaban constituidos como aldeas.
En una segunda fase, a partir del reinado de Alfonso VIII, el proceso
repoblador se consolida con la formación de importantes monasterios
que absorben a los pequeños cenobios familiares de la primera
época. Desde el siglo XI en adelante, el fortalecimiento de
las estructuras jurídicas de carácter feudal favorece
a las grandes abadías, que mediante fórmulas de cesión
y donación engrandecieron su patrimonio material y espiritual.
Así pasan a depender de San Salvador de Oña: Santocildes,
San Cosme y San Damián de Plágaro, San Julián
de La Prada, San Saturnino de La Orden, San Acisclo de Pangusión,
San Miguel de Clusia, San Torcuato de Leciñana y Santa María
de Garoña; San Millán de la Cogolla absorbe a San
Martín de Herrán y San Juan de Orbañanos; San
Cosme y San Damián de Valderrama pasan a Nájera.
Otros monasterios con importancia en el proceso repoblador fueron
San Cipriano de Tobalina, San Fructuoso de Pangusión y San
Ginés de Valderrama, que pasó a depender del Monasterio
de Bujedo. También es importante en el Valle la presencia del
Arzobispado de Burgos, que detenta diversos bienes patrimoniales en
esta zona, además de los derechos parroquiales de Leciñana
de Tobalina y Santa Coloma de Tobalina.
Tobalina es, pues, el resultado de un proceso generalizado de agregados
poblacionales de procedencia muy heterogéna, siendo determinante
este hecho en su desarrollo histórico. Una vez configurada
como entidad territorial con personalidad propia, Tobalina participa
activamente en el proceso histórico que dará lugar a
la configuración de la primitiva Castilla, concretada primero
como Condado y posteriormente como Reino. No obstante, será
la incorporación de Tobalina al reino de Navarra, hecho que
se produce a finales del siglo X, lo que marcará una impronta
específica en su naturaleza histórica. A principios
del siglo XI Sancho III de Navarra detenta todo el poder en la zona,
ejercido desde la sede episcopal de Oña, afianzando el dominio
navarro en este territorio, uno de cuyos recuerdos más directos
es sin duda ninguna la propia toponimia de Quintana Martín
Galíndez -adelantado mayor de Sancho III-.
Las luchas entre los dos reinos afectan a todo el Valle de Tobalina,
generando una situación general de inestabilidad en toda la
comarca, tanto política como económica. Con la derrota
navarra en la batalla de Atapuerca (1.054), Tobalina se integra de
nuevo al reino de Castilla.
··CASTILLA BLASONADA: SEÑORÍOS E HIJOSDALGO_
Con la nueva repoblación llevada a cabo por Alfonso VIII
se configura una nueva situación histórica en la comarca.
El monarca centra sus esfuerzos en fortalecer la frontera frente al
reino de Navarra, para lo cual potencia los lugares de Bilbao, Vitoria,
Villarcayo o Miranda de Ebro. En el siglo XIII el Valle de Tobalina
está circunscrito a la influencia de ciudades como Frías
(fuero de 1202), Medina, Oña, Pancorbo o Miranda.
Tobalina y sus villas son pieza de trueque en los propósitos
de la Corona. Su relación directa con Frías viene determinada
por la obligación que el propio Alfonso VIII impuso al monasterio
de San Salvador de Oña a ceder determinados bienes en localidades
como Montejo de Cebas, Quintanaseca, Ranera, Tobera, Villanueva de
los Montes o Zangández, a cambio de Mijangos, con el objetivo
de poblar la nueva villa. A su vez, dispuso de terrenos para el libre
pasto de sus ganados en el valle y sierra de Tobalina, y centralizaba
el comercio de la zona a través de un mercado fijado ya en
1203 -que se celebraba los sábados-.
Frías, por tanto, articula y concentra las actividades artesanales
y comerciales de su entorno, y condiciona su desarrollo a este auge
económico, traducido en un aumento demográfico, que
favorece la aparición de minorías étnicas, como
los judíos. También se documenta una pequeña
comunidad hebrea en Herrán, dentro del propio valle de Tobalina,
a buen seguro aprovechando el camino comercial que tenía como
vía principal el desfiladero del río Purón hacia
Valderejo. Como consecuencia del auge de todos estos núcleos,
el Valle de Tobalina experimenta una importante reactivación
comercial, si bien el desarrollo de la comarca dependerá de
la potenciación de las grandes villas, en especial Frías,
Medina de Pomar, Villarcayo y Miranda de Ebro.
El Becerro de las Behetrías (1352) reconoce a la ciudad de
Frías como enclave de una serie de aldeas correspondientes
a los límites señalados en el fuero. Varias de dichas
aldeas quedarán yermas para siempre, tras la peste y la crisis
general del siglo XIV. Esta villa, a pesar de las promesas de no ser
enajenada, es entregada en 1394 por Enrique III a Diego López
de Zúniga, aunque posteriormente (1397, enero, 29) vuelve a
ser trocada de nuevo por la ciudad de Béjar. Frías obtiene
su titulación como ciudad en 1435 (marzo, 12), pero sólo
unos años más tarde (1446, agosto, 12) es entregada
a don Pedro Fernández de Velasco a cambio de la villa de Peñafiel
"con su castillo e fortaleza e con sus aldeas e con todos sus
terminos e destrictos e montes". De nuevo Frías vuelve
a ser parte integrante del territorio de Tobalina, de la que había
sido segregada en 1372 cuando un gran número de núcleos
de población están ya bajo el dominio de los Velasco.
Durante los siglos
XIII y XIV surgen nuevos centros religiosos importantes al amparo
de las villas reales, como es Santa María de Vadillo en
Frías (1219), que articula un dominio muy extenso en la
propia villa de Frías y en la parte oriental de Tobalina:: |
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··Escudo de
la familia de los Salazar y detalle de la casa-torre de los Salazar,
sita en Quintana Martín Galíndez y donde se encuentra
este escudo·· |
Gabanes, Promediano, Valderrama, Villanueva del Grillo. Su radio de
acciónse verá únicamente limitado por el poder
del monasterio de Santa Clara de Medina de Pomar, fundado en 1313 por
Sancho Sánchez de Velasco.
En este marco geográfico, el poder social y económico,
al amparo de los monarcas, es ejercido por los linajes nobiliarios.
Su poder, aunque tiene una amplia base patrimonial, se genera a partir
de los derechos que tienen sobre numerosas aldeas, provenientes de
cesiones de los reyes y de la presión ejercida sobre las comunidades
y la pequeña nobleza. En los siglos XI al XIII los representantes
de este grupo eran los condes, mientras que a mediados del XIV se
había consolidado un grupo de familias como Villalobos, Manrique,
Salazar y sobre todo Velasco. Serán ahora los señores
Fernández de Velasco, -posteriormente también condestables
de Castilla, duques de Frías y condes de Haro-, quienes detenten
el poder jurídico del espacio que nos ocupa. Su hegemonía
en toda la comarca de Las Merindades viene determinada fundamentalmente
por el apoyo constante a los monarcas, en especial a Enrique III de
Trastámara, y la dura represión llevada a cabo frente
al resto de los linajes nobiliarios, como los Salazar (1374).
··DE LA MODERNIDAD A NUESTROS DÍAS_
Con el posterior paso a la Modernidad, el Valle de Tobalina se vio
plenamente inmerso en el devenir histórico general de Castilla.
La rebelión Comunera se manifiesta íntegramente, al
igual que en el resto de Las Merindades, en el levantamiento frente
a sus señores, los Velasco. Instigados por el conde de Salvatierra,
los campesinos de Tobalina cercan las ciudades de Frías y Medina,
saqueando Arroyuelo, lugar perteneciente al Monasterio de Oña.
Sin embargo, la amenaza y represión llevada a cabo por los
Velasco, marcó el inicio del profundo declive que se experimenta
a finales del siglo XVI en el Valle de Tobalina. De nuevo, la peste
ocasionó un descenso demográfico de gran magnitud, por
lo que la estabilidad demográfica no se recuperará ya
hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
Intimamente ligada a Las Merindades, bajo el dominio del señorío
de los Velasco y su jurisdicción, el Valle de Tobalina permanece
como un ente jurídico asociado a Frías, Medina de Pomar
y Villarcayo. Sólo en el siglo XVIII, con el ascenso de los
Borbones y la reorganización administrativa, Tobalina adquiere
su independencia jurídica.
El siglo XIX marcó profundamente al Valle. Durante la guerra
de Independencia los ejércitos de Napoleón utilizaron
las rutas de Trespaderne para alejarse de los encuentros guerrilleros
producidos en el paso de Pancorbo. A continuación se verá
inmerso el valle en las Guerras Carlistas, que por encontrarse el
frente de batalla en el foso del Ebro, sufrió no sólo
la guerra directa, sino también las represalias de ambos bandos.
Sus poblaciones son elementos de aprovisionamiento para los ejércitos,
donde son reclutados hombres y gravados con saqueos de dinero y víveres.
El devenir histórico del último siglo presenta al Valle
de Tobalina como escenario de la contienda de la Guerra Civil. Su
situación intermedia entre ambos bandos le presenta como horizonte
de las batallas llevadas a cabo en la sierra de la Arcena, y en las
que los habitantes del Valle participaron activamente en ambos ejércitos.
La despoblación de todo el Valle durante los años 60-70
del siglo pasado nos manifiestan una realidad en proceso de profundo
declive, con el consiguiente abandono de los pueblos a favor de la
reactivación únicamente de su capital. Como ejemplo
de pueblos abandonados están Imaña, Plágaro y
Villanueva del Grillo.
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